¡Papá, papá, el profe de gimnasia!
En 1979 recalé en Valencia para hacer la Mili en el
cuartel de artillería de Paterna. Mientras jugaba a los soldados pude cursar en
el Hospital Clínico el segundo año de fisioterapia y diez meses después estaba
trabajando para una asociación de parálisis cerebral infantil y en el colegio
público Jaume I, todavía nombrado "conquistador" en aquellos tiempos.
Recuerdo que las dos horas vespertinas como fisioterapeuta me resultaban mucho más fatigosas, en cuerpo y mente, que las cinco en que bregaba con los niños. Era un colegio de primaria y la APA del colegio financiaba mi trabajo y era el único profesor de los seis cursos. Fue algo duro, pero tenía libertad plena para desarrollar el programa que quisiese y, además, había conseguido lo que el ministerio nos había hurtado años antes: la docencia en primaria.
A los dos meses había cambiado mi orientación laboral
futura de la fisio a la Educación Física.
En aquella época compartía la pasión profesional con
el activismo político libertario, era miembro de un grupo ecologista, el GEL, y
dábamos mucho la tabarra en la lucha contra la construcción de la Central
Nuclear de Cofrentes. Quince días antes de finalizar el curso escolar habíamos
organizado una manifestación que se preveía exitosa y que superó todas las
expectativas... las nuestras y las de la policía.
Mi compadre y el otro compañero eran los dos activistas
más significados del GEL, la lechera paró a nuestro lado, se bajaros tres
armarios y otros cuatro de paisano, que hasta el momento eran unos pacíficos
manifestantes, vinieron a por ellos, y de rebufo, a por mí.
Cinco minutos después estábamos los tres en equis con
las manos en la pared y, entre el murmullo, la voz de un niño que gritaba, ¡papá,
papá, el profe de gimnasia!
Dos días después salí de la celda, pendiente de juicio
y acusado de desórdenes públicos con destrucción de bienes. Acudí al colegio a
trabajar; el jefe de estudios me llamó al despacho y me dijo que para el curso
siguiente ya no contarían conmigo, algo que barruntaba desde que oí al niño,
sabiendo que en el colegio y en la APA los militares eran mayoría.
Dos mes después estaba en Arlit, el primer pueblo del
Níger al que llegué después de una ardorosa travesía del Sáhara argelino...me
habían decidido a tomar la senda del plan B.
Saludos y abrazos para todos.
Un abrazo.
Luis, recordé que en el viaje mi compañero había hecho alguna foto. Acabo
de buscar y sólo encontré estas dos. La Cirila, así llamábamos a nuestra
autocaravana, iba totalmente equipada: refrigerador de agua (botijo), dos
planchas de acero para la arena (casi acaban con mi salud), colchoneta doble,
recambios varios, bidones y ruedas de tacos...je, je.
Las fotos se hicieron en una playa entre la frontera marroquí y Argel. De
Arlit no tengo nada. Recuerdo que mi colega saco fotos de cuando se nos rompió
la furgoneta cerca de In Guezzam, la frontera entre Argel y Níger, porque nos
obligaban a demostrar que no la habíamos vendido para poder salir. La tuvimos
que quemar con gasolina. Aun así, los militares de la frontera nos estuvieron
vacilando una noche entera negándose a dejarnos pasar a Argel: según Wolf, el
alemán que nos había recogido con su Land Rover, estaban aburridos.
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