domingo, 30 de octubre de 2022

Jorge Fernández Losa. Infancia, gimnasia y literatura


La vida a saltos

Érase una vez… un niño de Aller (un alleranu): estando en la escuela de la plaza del pueblu, sacó dos pistolas de juguete, se levantó y dijo en clase: “¡Arriba las manos! ¡hay que salir al patio a correr! La maestra se acercó y me quitó las armas. Fue un auténtico drama. Me quedé paralizado, abatido, y castigado sin recreo, encerrado en clase. Casi me restalla el cerebro [1957-1958).

Pasado un tiempo, aterricé en una playa de Fuenterrabía (Hondarribia) y con otro salto milagroso cruzamos Hendaya, no sin antes decirle a mi madre que el francés lo entendía perfectamente… ¡Si aún no habíamos cruzado la frontera! Llegando en Lyon, en una casa de señoritas de vida alegre y.…, por fin, al día siguiente, encontramos a nuestro padre que estaba construyendo el chalet a un pintor. Duramos poco tiempo, por miedo al entorno –un campo de maniobras del ejército, que teníamos que bordear para ir al colegio (mis dos hermanas y yo). De tepenrre, ñoco el bolo. Aparecen unas señoritas desnudas que pincelaba el susodicho pintor y mi pa que nun tiraba muy bien el plomo (ja, ja, ja) por motivos obvios y mi má que no creía lo que sus ojos veían: ¡Tren y pa Paris! Por eso: otro salto y aparecimos en Rue Cambronne a las faldas de Montmatre, bajo el Sacré Coeur, en una cochambrosa chambre encima de una sala de boxeo, cuyas luces de neón me impedían balancearme con Morfeo. Cuando salíamos a la calle los forzudos y gigantes hacían exhibiciones rompiendo cadenas, lanzando fuego con una pestilencia alcohólica y venas al borde de la explosión. Al no tener papeles legales, los tres hermanos aterrizamos en algunos reformatorios y tras muchas y peripatéticas situaciones llegamos a la rue Mademoiselle, XV arrondissement —actualmente zona chic—, en casa de un turco que pululaba desnudo por su inmensa casa y nos acogió, siendo mi madre su sirvienta y cuidadora, para no vernos abocados a vivir en la calle. Nos escolarizaron en el colegio justo debajo del edificio. De la Mairie del subsidio, la Ville de Paris me otorga un Prix d´Honneur por la Caisse des Écoles al élève Fernández, Georges el 27 de junio de 1962, prix ofert par l´Asocciation des Parente d'Élêves: un libro titulado Don Quichotte, adapté de Cervantes:

viernes, 28 de octubre de 2022

Ramon Trepat. Unos flashes del recuerdo para estimular la memoria

      Por el hilo se saca el ovillo 

En septiembre de 1973, salí de Lleida cargado de maletas, ilusiones e incertezas.

La primera parada fue Zaragoza "El Portillo". Aquí había que esperar al tren que me llevaría hasta Madrid. Una de las dos locomotoras, no recuerdo cual, era de vapor.

Llego a Madrid por primera vez para hacer las pruebas de ingreso. Al llegar y ver todas las instalaciones (edificio central, pistas, residencia...) tuve la seguridad de que no entraría. Viniendo de provincias, en ese oscuro tiempo del franquismo, todo parecía perfecto e imposible de alcanzar.

Hice las pruebas y sí entré. Y allí empezó todo. Empezaron cuatro años de formación académica, pero también formación de vida. La séptima era un grupo muy heterogéneo y eso le dio un valor especial. 

PRIMERO 


El primer trimestre sirvió para conocer a los profesores, casi todos magníficos, para conocer las materias, el ritmo, la organización y también conocernos entre nosotros. A eso, a conocernos, ayudaron las novatadas, que para mí fue lo único positivo que tuvieron; sirvieron para cohesionar al grupo y para conocer la mala baba y las frustraciones que llevaban consigo algunos veteranos. De las novatadas no hace falta recordar ni anécdotas ni aventuras. Lo único que puedo decir es que fueron unos hechos indignos y degradantes. Me acuerdo perfectamente y hace cincuenta años. Algunos compañeros se marcharon de la residencia o no asistían a clase. Nunca participé en novatadas posteriores.
 

La Residencia 

Era un lugar donde vivir de forma cómoda y digna, pero también era el lugar de encuentro, de estudio, de fiesta y de historias interminables.

Yo tuve la suerte de convivir los cuatro años con Pere Miró Sellarés y forjamos una buena amistad; nuestra habitación, en primero la 001, era un lugar donde encontrarse después de clase, comer un poco de chocolate, tomar un chupito o escuchar lo último en música.

Ligado con la residencia estaba el comedor, con buena comida, buen ambiente (selecciones extranjeras, personajes...) y la presencia impagable de Juanito, el cocinero, que igual te llamaba "cara caballo" que cualquiera otra cosa.

En cuanto a Beorlegui, el director de la residencia, corramos un tupido velo.


Delante de la residencia, en las aceras, estaba lo que podría llamarse "Talleres Gras", con Eduardo a la cabeza.

También en primero conocimos la zona de Princesa, Argüelles y alrededores, con sus bares y locales de todas las categorías.

El primer trimestre de primero terminó de repente y nos dieron las vacaciones de Navidad algún día antes de lo previsto, pues el 20 de diciembre del 73, Carrero "subió al cielo". 

SEGUNDO 

En segundo todo estaba rodado. Ya nos conocíamos bien y conocíamos el funcionamiento de lo interno y de lo externo.

El nivel del profesorado era muy bueno. Seguro que todos tenemos buenos recuerdos de Cagigal, Anítua, Luciano, Legido...,y los profesores de deportes, especialmente para mí, Carlos Álvarez. Toda mi vida profesional he aplicado su calentamiento en todas mis clases y he repetido una frase suya a mis alumnos "Un minuto antes de la hora no es la hora y un minuto después de la hora tampoco es la hora".

También en segundo, a un grupo que se nos ocurrió entrar disfrazados en el comedor, nos expulsaron de la residencia y esa expulsión se hizo efectiva en el primer trimestre de tercero.

No hay que olvidar, en segundo, la acampada. Pero este sería otro tema. 

TERCERO 


En tercero, por el hecho de la expulsión, con algunos compañeros estuvimos en una pensión cutre por la zona de Princesa y allí vivimos, rodeados de una clientela variopinta, la muerte del dictador Franco. Algunos lloraban delante del televisor. Yo lo que recuerdo es que nos dieron unos días de fiesta.

Durante la temporada de la pensión, los compañeros de la residencia nos suministraban alimentos que salían directamente del comedor.

Creo que en el segundo trimestre se acabó el castigo. Ya pudimos volver a la residencia; querida residencia, con habitaciones amplias, bañeras enormes, lavandería y buena compañía.

También quiero recordar el parque automovilístico que teníamos: el Simca 1000 de Pere Miró, la Vespa de Peire, la Ducati de Santamaría, la Lambretta de Jaume Miró, el   2 CV de Angulo....y mi pobre Vespa que desapareció cuando hicieron limpieza a fondo porque venía Franco de visita (eso era en Segundo), y yo, tonto de mí, tenía la Vespa estropeada y aparcada en los soportales que había por la parte de atrás del edificio central. Se lo llevaron todo.

CUARTO

Fue el año de las huelgas, de los encierros y asambleas, y fue el año que, a diferencia de primero, que fue el encuentro, fue la dispersión. Muchos volvimos al origen, pero con una maleta muy distinta.

 
Falta muchísimo por contar, esto solo son hilos para ir estirando.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Rafa Arribas. Como se me ocurrió ir a estudiar al INEF

Y por fin me hice un hombre

Andaba yo un poquito perdido.

Tenía 19 añazos, vivía como un mariscal, acababa de terminar, por fin, el COU experimental y pensaba hacer Empresariales. Dos años antes había aterrizado en Salamanca. Venía de Madrid con la sana intención de estudiar... un poquito más. Había tomado la insana costumbre de repetir, y de paso hacerme un hombre...cito, (eso decía mi padre).

Como era un nadador apañado seguí entrenando y además empecé a competir en motocross. Era lo que me faltaba para el desmadre en el que estaba metido ¡Juventud divino tesoro! Afortunadamente la piscina obligaba y esto ayudó para no perderme del todo en aquella Salamanca "ciudad sin ley" en la que me encontraba.

Conocía el INEF, había ido varias veces por competiciones, e incluso había comido y comprobado el magnífico ambiente que allí se respiraba. Intenté entrar, pero no tenía la reválida, que en aquel momento era lo que se pedía. Así que lo deje pasar.

Y fue gracias a mi entrenador Manolo Martínez, en aquel momento comandante del ejército del aire, un hombre fantástico. El me ayudó a conseguir muy buenas marcas, y sobre todo depuró mi estilo natatorio, que posteriormente agradecí mucho en mi faceta de entrenador. Me aconsejó como un padre y sobre todo me animó y facilitó la entrada en la mili cómo voluntario. La pena fue que cambió de destino y quedé huérfano en el cuartel. Por suerte, pasado un tiempo, volvió unos días al cuartel y me dejó "colocado" con un teniente coronel, (no os confundáis hice 248 guardias). Este hombre, en las muchas charlas que tuvimos, siempre me decía que qué coño pintaba estudiando Empresariales, que en el INEF estaba mi futuro, así que, en un viaje a Madrid, recogió los papeles para las pruebas, juntos los rellenamos y en otro viaje los entregó. Otra vez otro padre, que suerte.

Lo curioso es que la hija de mi entrenador, Leles Martínez compañera de piscina, a la que hacía tiempo no veía por el traslado de su padre, para mí sorpresa, hizo también las pruebas de acceso. Más adelante se casó con Pedro García Garrido.

Y fue así como, para sorpresa de mi padre, el auténtico, cambié unos estudios "serios" por algo que él no entendía. Afortunadamente un colega, cátedro de medicina de la Universidad de Salamanca, le convenció de la magnífica idea que había tenido el descerebrado de su hijo. Conocía bien el INEF, nuestro profesor el Dr. Anitua, y le había contado maravillas.

Y qué suerte, entré, estudié, terminé, y por fin me hice un hombre.

 


lunes, 17 de octubre de 2022

Antonio Sogorb. Lucha, y vive todo lo que puedas

 De rico a pobre en apenas unas horas

Aprender, conocer, amar, gozar, sufrir, trabajar, estudiar…, en resumen, vivir. En esto consistieron los seis años que pasé en Madrid desde mi ingreso en el INEF en 1973, hasta mi regreso a Alicante en 1979.


En ese transito tuve las vivencias (no siempre alegres) que atesoro. Son momentos únicos e irrepetibles, por las propias situaciones y, por supuesto, por la juventud y la poca experiencia de la edad.

Dónde viví y con quien

En septiembre de 1973, recalé en “La Resi”, de la calle El Greco, donde me instalé compartiendo habitación con Fernando Lopez-Ipiña Mattern y no fue solo habitación lo que compartimos, también noches en vela por sus continuas celebraciones de Rugby o por tener que estudiar, o ponerle petardos a la ventana de Beorlegui, o cualquier otra diablura que se nos ocurriese. En vez de moverme en el “46” hasta Moncloa y en el Metro a partir de allí, Ipiña me prestaba un raro ciclomotor amarillos que me permitió conocer Madrid. Al año siguiente seguí en la Residencia, pero con un compañero de la octava promoción, J.M Zambrana, hasta mi expulsión. Repetir segundo me hizo perder la beca y poner los petardos abandonar definitivamente la residencia.

De allí pase, junto con tres excompañeros de colegio de Alicante que hacían Aeronáuticos, ICAI y Navales respectivamente, a la calle Isaac Peral número 2 frente al Ministerio del Aire en Moncloa. Un piso de estudiantes regido por una bruja, la Sra. Lola, su indiferente esposo y sus dos hijas casaderas y bastante ligeras de cascos. Una etapa para olvidar por lo antipática, lo mal que cocinaba y lo poco que nos daba de comer. Solo duré allí un año y al siguiente me mudé, con dos de mis colegas alicantinos, a la calle Vallehermoso dieciséis, a otro piso de similares características, pero con una dulzura de señora aragonesa, de Bujaraloz, que cocinaba como los ángeles y nos trataba como a sobrinos. La cercanía de la ubicación al estadio Vallehermoso, a la discoteca Cerebro de Magallanes y a los patios de Aurrerá sumaba muchos puntos a favor, y estuve allí otros dos años.

Al acabar esa etapa inicié una nueva experiencia y alquilé un piso junto a José Luis Herrera, también de la octava promoción, con el apoyo económico de su hermano mayor y las continuas visitas de Benja Hernández Martín. Ese lugar estaba por la Vaguada y me obligaba a depender de una moto que compré a plazos y pagaba vendiendo sangre cada mes en el Instituto Nacional de Hematología, por mil pesetas. y un bocadillo. Me mantuve en ese piso un par de años. Iban por allí algunos compañeros, Jose A. Edo y compañeras en fiestas varias… pero eso ya es otro tema.

miércoles, 12 de octubre de 2022

Una historia de Educación Física

 Queridos amigos,

En febrero de 2022, cuando ya llevaba unos meses dándole vueltas a la cabeza, me puse manos a la obra para intentar poner en contacto al mayor número posible de compañeros de la 7ª promoción para celebrar el 50 aniversario de nuestro ingreso en el INEF.

Como medio aglutinador del proceso de reencuentro abrí un blog y poco después un grupo de WhatsApp. Poco a poco fuimos aumentando el número de contactos y, aunque hay ausencias clamorosas, hemos llegado a cincuenta contactos fiables. Ya hace meses que yo dejé de buscar, aunque no descarto algún intento por encontrar a España, Atienza, Miró Sellarés, Torrecilla…

El proceso de reencuentro fue enormemente gratificante para mí y cada llamada a uno de los compañeros con los que hacía una porrada de años que no nos veíamos era un momento mágico de risas, sorpresa y alegrías sinceras.

domingo, 9 de octubre de 2022

Tres momentos de la vida azarosa de Eduardo Gras

 …y de Nacho Gallach

Hola Antolín. Si vas a añadir algún dibujo puedes poner el mío de los cosacos escribiendo al ministro de Educación. 


Como le pidiera explicaciones sobre lo que representaba el dibujo, me dijo: Están escribiendo una carta al sultán de Turquía que estaba en plena expansión, instando al pueblo Cosaco a rendirse. Lamentablemente fueron arrasados por los turcos. Eso lo dibujé en Portobelo (Caribe panameño). Cuando me desperté me había dormido y sacado la sangre un murciélago vampiro.

Llamé a mi amigo Nacho de Valencia que nos había visitado en el astillero meses atrás y me dijo que partían rumbo a Florida en una goleta de aparejo Marconi que había comprado un americano y tenían sitio para mí como tripulante y que saldríamos en un mes. Me volví loco de alegría y me reafirmé en que el dicho popular de "quien siembra recoge", es tan cierto como que existen los milagros, aunque, a veces, al ser pequeños puedan pasar inadvertidos.

jueves, 6 de octubre de 2022

Miguel Feria y Sevé Quieto

 

El gato, la araña y la cabra

 Sevé Quieto, como su nombre da a entender, empezó como un ser que reivindicaba la vida lenta. Su lema principal era “No soy apático, soy lento. Luego varió hacia temas más mundanos y a sordas conversaciones (a veces en inglés) con su gato Roque sobre pensamientos e ideas que le atormentan. Sevé aparece y desaparece de Facebook como el Guadiana. Le interesa, como no, el tema del deporte, el ejercicio, la política y casi todo.








2022


sábado, 1 de octubre de 2022

Antonio Sogorb. Reflexiones de la edad

Reconocerlo, asumirlo y enfrentarlo

Sogorb 1974 Foto de Rasueros
Cuando el cuerpo ya no te responde como antaño, cuando el espejo no muestra músculos y piel tersa, sino calvicie, pellejos y michelines, cuando el cabello torna a colores cercanos a la nieve y comenzamos a ser conscientes de cuanto nos ha robado la edad en lo físico, mientras nos lo daba en serenidad y sabiduría, nos encontramos ante los síntomas evidentes de que hemos alcanzado la vejez.

No es igual para todos, se llega sin darte cuenta a edades diferentes, entre los sesenta y los setentaicinco. Esa es la realidad, otra cosa es que seamos capaces de reconocerlo, asumirlo y enfrentarlo. Y es algo que no tiene mucho o casi nada que ver con las capacidades de cada uno, con nuestra validez como personas. La veteranía, el conocimiento, la experiencia, son valores que compensan las pérdidas físicas del paso del tiempo. Pero hemos de saber reconocer nuestras limitaciones y aprovechar nuestras actuales aptitudes con el mismo entusiasmo con el que enfrentábamos hace cuarenta años cualquier prueba física por dura o arriesgada que fuese. No hemos perdido esa capacidad de superación, solo la hemos modificado.

La destreza con la que afrontábamos cualquier reto físico en los años setenta nos resultan absolutamente inviables en la actualidad, del mismo modo que la paciencia que muestro ahora hubiese sido totalmente impensable a mis veinte años. Ya no salto como antes con un minitramp, pero soy capaz de estar casi dos horas moviendo la cuna de mi nieto, ¡jamás lo hubiese logrado en aquellos años!

Hemos de ser conscientes de que lo que la vida nos exigía entonces a la Séptima del INEF no tiene nada que ver con lo que nos reclama en la actualidad, y cuanto antes y mejor seamos capaces de asumir y enfrentar esa realidad, mucho mejor acomodo hallaremos en un mundo y una sociedad tan cambiante, tecnológica y cada vez más deshumanizada como la que nos está tocando vivir.

No pretendo dar una imagen negativa de la vejez, todo lo contrario, con estas líneas simplemente intento transmitiros mis vivencias al respecto y animaros a compartirlas, a intentar ser más felices con nuestras cambiantes vidas.

¡Un fuerte abrazo a todos!