miércoles, 13 de julio de 2022

Un flash en la memoria de Fernando París

 El policía, el comunista y el cura

Me llamó la atención entonces y lo he recordado —y contado a otros amigos— en más de una ocasión.

Como si de una película o un chiste se tratara, en nuestra promoción también había un trío insuperable de compañeros; un cura jesuita enamorado del baloncesto, un policía “secreta” —creo que se llamaban así— y un “comunista” militante, activista y soñador.

Yo los veía como señores mayores en una clase de jóvenes.

Una jornada de As Conversas

Para los que entramos en el INEF con diecisiete años, una persona de más de veintidós o veintitrés años era un señor mayor. Y a los mayores se les debía respeto y consideración por edad, dignidad y gobierno, así nos habían educado —y a mí me sigue pareciendo bien, imagino que porque ya soy muy mayor—. Siendo, además de mayores, cura, policía y “comunista” respectivamente, producían mucho respeto y a mí me hacía mantenerme a una cierta distancia. Los recuerdo perfectamente hablando entre ellos, tengo su imagen grabada en mi cabeza conversando en la zona de espera de una de las plantas del INEF al lado de las escaleras, mientras hacíamos tiempo para alguna clase. E incluso dirigiéndose los tres juntos a los profesores en representación de todos los alumnos, en alguna de las situaciones complicadas de los dos últimos cursos, como si de nuestros padres se tratara.


Tener un policía en las aulas de las facultades universitarias debía de ser normal en la época, no olvidemos que ingresamos en 1973, Franco no había muerto, se esperaban cambios políticos cuando eso ocurriese … ¿Pero en el INEF? ¿en una institución “casi universitaria pero no” que dependía de la Delegación Nacional de Deportes, que a su vez formaba parte de la Secretaría General del Movimiento, el partido único de la dictadura…? ¿O quizá fue por eso…? Si Juan Manuel López Blanco vino obligado o voluntario -u obligado, pero eligiendo destino- yo lo desconozco, y no sé si alguno de nosotros -que lo conocieron más y han escrito sobre él- lo sabe, igual da. Lo que sí estoy seguro es que disfrutó tanto durante la formación como cualquiera de nosotros, y si solo estaba representando un papel, debería de haber ganado un premio de interpretación. Estoy seguro también de que la formación recibida en el INEF —y no solo la deportiva o docente— le sirvió en su desarrollo profesional posterior en el seno de una policía en un estado democrático. Como nos marcó a todos en nuestra vida profesional y, estoy seguro, también en la personal.

Años 70-80. Obsérvese cómo le mira la Guardia Civil

Tener un “comunista” debía de ser, en esos años, también habitual en la mayoría de las aulas de los centros universitarios serios —las facultades, las escuelas politécnicas— y el INEF ya lo era de hecho, aunque no de derecho. Había más de uno en nuestro curso y en otros… Pero José Luis Salvador, “Salva” —con la voz recia y robusta, con su envergadura, con esa cabeza rotunda y perfilada, con una dialéctica imbatible, con una formación y curiosidad intelectual inmensa— era el referente. Salva daba la sensación de que veía todo con más profundidad que tú, que tú te quedabas en la superficie, pero él escarbaba más y era capaz de encontrar otras perspectivas, a mí, lo reconozco, me imponía mucho, me daba respeto y pudor cuando estaba con él. No solo durante el INEF, donde la relación era de “adulto” hacia “joven melifluo”, que diría Topete, sino posteriormente, cuando tuvimos oportunidad de coincidir en actividades profesionales o tuve la ocasión de visitarlo más de una vez en su despacho de la facultad en Oleiros. Siempre me producía un gran respeto, y siempre lo veía muy pesimista, a pesar de que la única foto que se encuentra en internet está con una plena sonrisa. En los últimos años después de su muerte he tenido tiempo para leer algunos de sus escritos -y de otros compañeros de nuestra promoción y de otras promociones- articulados sobre la “Conversas”, reuniones de reflexión sobre diversos aspectos vinculados al deporte, el juego, la historia, la política y la cultura. Publicaciones que recomiendo vivamente. Después de Cagigal, no muchas personas han escrito desde dentro del sector con la profundidad de Salva y de los compañeros que le rodearon en ese foro de reflexión, en el que lamento no haber participado.

Una broma. Añorbe ante el espejo

Tener un cura en el INEF también era una cosa rara, aunque siendo Antonio Añorbe de la orden jesuita, no debe de extrañarnos. La relación con Antonio fue, para casi todos, más liviana; por vivir fuera de la residencia, por su edad y por su propia condición de sacerdote: todos nos estábamos formando para algo, pero él era ya un cura, tenía una “profesión”, ocupación, compromiso y vocación … y unas reglas y obligaciones que cumplir, distintas a las nuestras. Había más distancia. En mi caso, sin embargo, el hecho de que fuéramos los dos de Zaragoza incrementó la relación, que se mantuvo después de finalizar los estudios, aunque no por mucho tiempo. Pero sí el suficiente para pedirle a Antonio que oficiara mi boda; dos años después de salir del INEF, en 1979, Antonio me casó en la iglesia de los Jesuitas de Zaragoza un domingo de mayo por la tarde, con quien sigue siendo mi compañera cuarenta y tres años después. Luego, perdimos el contacto. Antonio siguió de profesor y jefe de estudios en uno de los centros educativos más importantes de la ciudad, y fue el inspirador de muchos alumnos y alumnas que luego estudiaron educación física y son hoy profesionales consolidados.

Más o menos sobre el año 2.000 coincidí con Antonio en el patio de un colegio un sábado por la mañana; yo iba a ver un partido de minibasquet que jugaba mi hija, y él, sorpresa, iba a ver otro partido en la cancha contigua en el que jugaba su hija… entonces ambas con diez u once años. Antonio había dejado el sacerdocio, se había casado, era padre (ahora creo que es abuelo) pero seguía siendo profesor en el mismo colegio donde ha desarrollado su actividad profesional, imagino que hasta su jubilación. (aunque él se salió del sacerdocio, mi matrimonio sigue siendo válido).

Un trío memorable, de los que dos ya nos han abandonado.

 Fernando París Roche

San José (Almería) julio 2022

 


1 comentario:

  1. Yo añadiría a ese trio a Renán Pérez. A mí me lo recordó Miguel Feria que fue su compañero en algunas sesiones de judo. Era alto, delgado, con barbita puntiaguda, bastante mayor. Nadie lo recuerda en las pruebas físicas ni sabemos cómo entró allí. Superaba la edad límite de lo que se admitía. Posiblemente estaba como “oyente”. Era licenciado en Filosofía, tal vez en Teología. Tenía conocimientos sobre filosofías hinduistas y budistas. ¿Por qué estaba allí? En algún momento le hicimos la pregunta y vino a decir (no sé si me lo ha contado Miguel, lo recuerdo cogido con alfileres o me lo he inventado).

    “Quiero conocer que papel juega el esfuerzo corporal en la formación espiritual y de la identidad de las personas. También quiero saber como es el conocimiento que no se adquiere con los libros, el que se adquiere haciendo…”

    Una cosa así dijo. Mantuvo un pulso filosófico con Luciano, que lo acusaba de misticismo y de poner distancia racional con el esfuerzo, y que así no podría aprender mucho —le dijo—. No estuvo mucho tiempo con nosotros. Creo que no pudo seguir nuestro ritmo de juego desinhibido, enérgico, generoso, gratuito y, a veces, infantil. No sé si aprendió algo, pero su intención de ver en el desarrollo corporal algo más que lo físico, seguro que nos hizo pensar a los demás.

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