Doce como si fuéramos setenta
Hay quien, al ver la foto de grupo en la casa de Paco, ha
dicho que parecíamos los Doce Apóstoles. Me ha gustado la idea, una metáfora de
lo que es la 7ª, porque cuando acabamos la carrera nos repartimos por el mundo
con el mandato bíblico de difundir la buena nueva, la educación física y el
deporte son buenos para la humanidad, y a eso hemos dedicado la vida. Aunque no
hayamos ejercido de profesores o entrenadores, con nosotros hemos llevado el
mensaje de una forma de vivir en la que el cuerpo y el esfuerzo está presente
y, si a nosotros nos ha servido, ¿por qué no a los demás?


El caso es que ahí estamos juntos, en la casa de Paco
Sánchez, comiendo y bebiendo todo lo que quisimos y algo más. Nos saltamos el
régimen y todas las precauciones que traíamos (excepto la de darnos besos en la
boca por eso del COVID) y, aunque alguno empezara con cervezas sin alcohol,
como solo había dos o tres, hubo que hacerse a la idea de volver a los viejos
hábitos. Paco se aplicó a la barbacoa, porque nadie mejor que él podía hacerlo,
trajeron vino de la Ribera del Duero, pipirrana, receta jienense, desde
Andalucía, sidra asturiana, embutido de Salamanca y, Pepe, desde la huerta
murciana, trajo una sandía y pepinos de la huerta propia, que con sal estaban
divinos. Compramos dos empanadas que representara a los gallegos y yo tenía que
haber llevado cava, pero con los nervios se me olvidó.
Os tuvimos a todos en la boca y en las conversaciones, uno
por uno todos estuvisteis con nosotros y comprendimos las razones para no
venir, pero os echamos de menos. A la próxima seguro que vienen, dijimos.
Lo pasamos mejor que bien. Hubo recuerdos, pero poca
nostalgia, mucha conversación de lo que somos y lo que nos gusta y también de
futuro. Lo que vamos a hacer y lo que pensamos que se debía hacer. Lo pasamos
mejor que bien porque, a veces, nos cuesta hacernos idea de que a unas edades
en las que tantos proyectos han quedado atrás, a veces echamos de menos personas
que ya no están, cuando tenemos que poner freno a una cabeza que tiene que
controlar cuerpos que han volado en el agua, en la nieve, sobre la tierra y
hasta en el aire, de repente, un proyecto nuevo, un encuentro diferente, más
allá de las rutinas laborales y de jubilados, es impagable. Y eso sucedió el
otro día. De Toledo sacamos imágenes y sensaciones que son combustible para seguir
viviendo, mirando adelante.
A veces nos preguntamos que se aprende en la educación
física y el deporte o qué aprendimos en aquellos años. De eso también hablamos,
pero no hacía falta teorizar, el cariño sin fisuras, a todos, porque todos
significamos lo mismo en el recuerdo, la tolerancia y el saber estar, el deseo
de agradar. Todos hablábamos al tiempo, pero todos estábamos ávidos de escuchar
a los demás (Yo me puse los audífonos para oír mejor y, tan emocionado estaba,
que me metí con ellos a la piscina. Por suerte resucitaron con el sol). Todo
nos interesaba, queríamos saber del otro y todo nos parecía importante. Ya sé
que no hace falta la educación física para eso… ¿o sí? Se nos quedó corta la
reunión.
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Al atardecer dimos un paseo por Toledo |
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