sábado, 25 de junio de 2022

Doce como si fuéramos setenta

 Doce como si fuéramos setenta 


Hay quien, al ver la foto de grupo en la casa de Paco, ha dicho que parecíamos los Doce Apóstoles. Me ha gustado la idea, una metáfora de lo que es la 7ª, porque cuando acabamos la carrera nos repartimos por el mundo con el mandato bíblico de difundir la buena nueva, la educación física y el deporte son buenos para la humanidad, y a eso hemos dedicado la vida. Aunque no hayamos ejercido de profesores o entrenadores, con nosotros hemos llevado el mensaje de una forma de vivir en la que el cuerpo y el esfuerzo está presente y, si a nosotros nos ha servido, ¿por qué no a los demás?

El caso es que ahí estamos juntos, en la casa de Paco Sánchez, comiendo y bebiendo todo lo que quisimos y algo más. Nos saltamos el régimen y todas las precauciones que traíamos (excepto la de darnos besos en la boca por eso del COVID) y, aunque alguno empezara con cervezas sin alcohol, como solo había dos o tres, hubo que hacerse a la idea de volver a los viejos hábitos. Paco se aplicó a la barbacoa, porque nadie mejor que él podía hacerlo, trajeron vino de la Ribera del Duero, pipirrana, receta jienense, desde Andalucía, sidra asturiana, embutido de Salamanca y, Pepe, desde la huerta murciana, trajo una sandía y pepinos de la huerta propia, que con sal estaban divinos. Compramos dos empanadas que representara a los gallegos y yo tenía que haber llevado cava, pero con los nervios se me olvidó.

Os tuvimos a todos en la boca y en las conversaciones, uno por uno todos estuvisteis con nosotros y comprendimos las razones para no venir, pero os echamos de menos. A la próxima seguro que vienen, dijimos.

Lo pasamos mejor que bien. Hubo recuerdos, pero poca nostalgia, mucha conversación de lo que somos y lo que nos gusta y también de futuro. Lo que vamos a hacer y lo que pensamos que se debía hacer. Lo pasamos mejor que bien porque, a veces, nos cuesta hacernos idea de que a unas edades en las que tantos proyectos han quedado atrás, a veces echamos de menos personas que ya no están, cuando tenemos que poner freno a una cabeza que tiene que controlar cuerpos que han volado en el agua, en la nieve, sobre la tierra y hasta en el aire, de repente, un proyecto nuevo, un encuentro diferente, más allá de las rutinas laborales y de jubilados, es impagable. Y eso sucedió el otro día. De Toledo sacamos imágenes y sensaciones que son combustible para seguir viviendo, mirando adelante.

A veces nos preguntamos que se aprende en la educación física y el deporte o qué aprendimos en aquellos años. De eso también hablamos, pero no hacía falta teorizar, el cariño sin fisuras, a todos, porque todos significamos lo mismo en el recuerdo, la tolerancia y el saber estar, el deseo de agradar. Todos hablábamos al tiempo, pero todos estábamos ávidos de escuchar a los demás (Yo me puse los audífonos para oír mejor y, tan emocionado estaba, que me metí con ellos a la piscina. Por suerte resucitaron con el sol). Todo nos interesaba, queríamos saber del otro y todo nos parecía importante. Ya sé que no hace falta la educación física para eso… ¿o sí? Se nos quedó corta la reunión.

Al atardecer dimos un paseo por Toledo


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