Y por fin me hice un hombre
Andaba yo un poquito perdido.Tenía 19 añazos, vivía como un mariscal, acababa de
terminar, por fin, el COU experimental y pensaba hacer Empresariales. Dos años
antes había aterrizado en Salamanca. Venía de Madrid con la sana intención de
estudiar... un poquito más. Había tomado la insana costumbre de repetir, y de
paso hacerme un hombre...cito, (eso decía mi padre).
Como era un nadador apañado seguí entrenando y además empecé a competir en motocross. Era lo que me faltaba para el desmadre en el que estaba metido ¡Juventud divino tesoro! Afortunadamente la piscina obligaba y esto ayudó para no perderme del todo en aquella Salamanca "ciudad sin ley" en la que me encontraba.
Conocía el INEF, había ido varias veces por
competiciones, e incluso había comido y comprobado el magnífico ambiente que
allí se respiraba. Intenté entrar, pero no tenía la reválida, que en aquel
momento era lo que se pedía. Así que lo deje pasar.
Y fue gracias a mi entrenador Manolo Martínez, en aquel
momento comandante del ejército del aire, un hombre fantástico. El me ayudó a
conseguir muy buenas marcas, y sobre todo depuró mi estilo natatorio, que
posteriormente agradecí mucho en mi faceta de entrenador. Me aconsejó como un
padre y sobre todo me animó y facilitó la entrada en la mili cómo voluntario.
La pena fue que cambió de destino y quedé huérfano en el cuartel. Por suerte,
pasado un tiempo, volvió unos días al cuartel y me dejó "colocado"
con un teniente coronel, (no os confundáis hice 248 guardias). Este hombre, en
las muchas charlas que tuvimos, siempre me decía que qué coño pintaba
estudiando Empresariales, que en el INEF estaba mi futuro, así que, en un viaje
a Madrid, recogió los papeles para las pruebas, juntos los rellenamos y en otro
viaje los entregó. Otra vez otro padre, que suerte.
Lo curioso es que la hija de mi entrenador, Leles
Martínez compañera de piscina, a la que hacía tiempo no veía por el traslado de
su padre, para mí sorpresa, hizo también las pruebas de acceso. Más adelante se
casó con Pedro García Garrido.
Y qué suerte, entré, estudié, terminé, y por fin me hice
un hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario