miércoles, 26 de octubre de 2022

Rafa Arribas. Como se me ocurrió ir a estudiar al INEF

Y por fin me hice un hombre

Andaba yo un poquito perdido.

Tenía 19 añazos, vivía como un mariscal, acababa de terminar, por fin, el COU experimental y pensaba hacer Empresariales. Dos años antes había aterrizado en Salamanca. Venía de Madrid con la sana intención de estudiar... un poquito más. Había tomado la insana costumbre de repetir, y de paso hacerme un hombre...cito, (eso decía mi padre).

Como era un nadador apañado seguí entrenando y además empecé a competir en motocross. Era lo que me faltaba para el desmadre en el que estaba metido ¡Juventud divino tesoro! Afortunadamente la piscina obligaba y esto ayudó para no perderme del todo en aquella Salamanca "ciudad sin ley" en la que me encontraba.

Conocía el INEF, había ido varias veces por competiciones, e incluso había comido y comprobado el magnífico ambiente que allí se respiraba. Intenté entrar, pero no tenía la reválida, que en aquel momento era lo que se pedía. Así que lo deje pasar.

Y fue gracias a mi entrenador Manolo Martínez, en aquel momento comandante del ejército del aire, un hombre fantástico. El me ayudó a conseguir muy buenas marcas, y sobre todo depuró mi estilo natatorio, que posteriormente agradecí mucho en mi faceta de entrenador. Me aconsejó como un padre y sobre todo me animó y facilitó la entrada en la mili cómo voluntario. La pena fue que cambió de destino y quedé huérfano en el cuartel. Por suerte, pasado un tiempo, volvió unos días al cuartel y me dejó "colocado" con un teniente coronel, (no os confundáis hice 248 guardias). Este hombre, en las muchas charlas que tuvimos, siempre me decía que qué coño pintaba estudiando Empresariales, que en el INEF estaba mi futuro, así que, en un viaje a Madrid, recogió los papeles para las pruebas, juntos los rellenamos y en otro viaje los entregó. Otra vez otro padre, que suerte.

Lo curioso es que la hija de mi entrenador, Leles Martínez compañera de piscina, a la que hacía tiempo no veía por el traslado de su padre, para mí sorpresa, hizo también las pruebas de acceso. Más adelante se casó con Pedro García Garrido.

Y fue así como, para sorpresa de mi padre, el auténtico, cambié unos estudios "serios" por algo que él no entendía. Afortunadamente un colega, cátedro de medicina de la Universidad de Salamanca, le convenció de la magnífica idea que había tenido el descerebrado de su hijo. Conocía bien el INEF, nuestro profesor el Dr. Anitua, y le había contado maravillas.

Y qué suerte, entré, estudié, terminé, y por fin me hice un hombre.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario