domingo, 9 de octubre de 2022

Tres momentos de la vida azarosa de Eduardo Gras

 …y de Nacho Gallach

Hola Antolín. Si vas a añadir algún dibujo puedes poner el mío de los cosacos escribiendo al ministro de Educación. 


Como le pidiera explicaciones sobre lo que representaba el dibujo, me dijo: Están escribiendo una carta al sultán de Turquía que estaba en plena expansión, instando al pueblo Cosaco a rendirse. Lamentablemente fueron arrasados por los turcos. Eso lo dibujé en Portobelo (Caribe panameño). Cuando me desperté me había dormido y sacado la sangre un murciélago vampiro.

Llamé a mi amigo Nacho de Valencia que nos había visitado en el astillero meses atrás y me dijo que partían rumbo a Florida en una goleta de aparejo Marconi que había comprado un americano y tenían sitio para mí como tripulante y que saldríamos en un mes. Me volví loco de alegría y me reafirmé en que el dicho popular de "quien siembra recoge", es tan cierto como que existen los milagros, aunque, a veces, al ser pequeños puedan pasar inadvertidos.

Y llegaron los vientos favorables que nos empujaron hasta Gibraltar en cinco días, no sin tener algún que otro contratiempo como la rotura de la botavara del palo mayor, que no se encontraba en buenas condiciones tras el paso de más de cuarenta años y miles de trasluchadas.

Habíamos perdido a nuestra velera, una mujer con experiencia en navegación a vela y desde ese momento pasé a ocupar la responsabilidad de toda la maniobra del barco por la experiencia acumulada, sobre todo encima de una tabla de windsurf. No lo digo con ironía porque dominar una vela aparejada en un mástil y botavara ligera con la fuerza y el contrapeso de tu propio cuerpo, te sensibiliza-al máximo para luego cómodamente desde la cubierta de un pesado barco poder ajustar correctamente las velas según el rumbo y la fuerza del viento. Con la ayuda de todos manejábamos las siete velas de las que disponía la goleta para que éstas, a su máximo rendimiento, impulsaran la nave a la mayor velocidad posible.

La goleta había sido restaurada espartanamente y no había lugar para lujos. El WC consistía en esconderte detrás del molinete de anclas, sentado en el cubo que previamente habías llenado un poco, lanzándolo por la borda enganchado a una soga. Tampoco había ducha. Llenábamos el barreño de lavar la ropa con agua de mar y con un jabón especial nos acicalábamos.

Yo llevaba dos libros cruciales para entretener los ratos de ocio: El primer viaje de Colón a América y el del Beagle, en el que embarcó Darwin con la expedición de 1831-36 cuando contaba veintidós años y le ofrecieron el puesto de biólogo de abordo.

La casi total ausencia de aves marinas en el cielo indicaba que nos encontrábamos en medio de dos-continentes y sobre la fosa Atlántica de más de 6000 metros de profundidad. "El color  del agua es de un color azul oscuro y las olas muy separadas entre una y otra, parecen colinas y valles por donde la goleta sigue su rumbo, dejando una estela blanca y sin ruido.

Mi situación en Panamá se complicaba pues el visado turístico de tres meses caducaba y recibí noticias de Nacho y Chardo diciendo que se volvían a Valencia y no se reunirían conmigo para continuar la vuelta al mundo. Solicité una ampliación del visado en la embajada española y conseguí que me lo prorrogaran tres meses más, planeando regresar a casa en cuanto consiguiera dinero para comprar un billete de avión o volver embarcado en cualquier buque de carga.

Antes de gastarme los últimos dólares en las carreras de caballos en el hipódromo Presidente Remón, me compré unas zapatillas Converse de colores y saqué entradas para un concierto del saxofonista Jerry Múlligan. También en el antiguo Teatro de la Ópera escuche a la pianista Nora Rueda tocar virtuosamente el piano.

Gras y Menéndez en Tarifa 2022 Preparando nuevas aventuras equinocciales

(Texto y dibujos del manuscrito de Eduardo Gras "Memorias de un auténtico plasta)

Nota del editor. ¡No me gusta nada el título!

 



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