miércoles, 24 de agosto de 2022

Fernández Truan. Recuerdos del ingreso

 Medicina o Derecho, para poder llegar a ser algo en la vida

Un día en el que un tal José María Cagigal visitó Sevilla para inaugurar no recuerdo que pabellón deportivo, mi padre escuchó hablar de algo llamado Profesor de Gimnasia. Llegó a casa entusiasmado con el tema, puesto que yo acababa de terminar COU y estaba enfrascado en la toma de decisión sobre mi futuro. Ese día, recuerdo una discusión en mi casa entre mi padre y mi madre, ya que ella quería que yo estudiara Medicina o Derecho, para poder llegar a ser algo en la vida. Sin embargo, mi padre pensaba que yo sería más feliz haciendo algo vinculado con el deporte, puesto que llevaba varios años entrenando todos los días atletismo, llegando incluso a ser campeón de Andalucía infantil de 1000 metros lisos. Después de mucho discutir con la jefa la convencimos para que pudiera hacer las pruebas de selección en el INEF en Madrid.

A pesar de considerarme buen deportista, mi experiencia en las pruebas fue deprimente. Yo venía a grandes deportistas a mi lado, campeones nacionales, componentes de selecciones, asiduos a gimnasios. Era deprimente para mí que, por poner un ejemplo, recuerdo llegar a las dominadas en la barra fija y en mi grupo solo escuchaba 15, 16, 20, 25… y con solo escuchar eso ya empecé a sudar. Me toco a mí y el cuerpo me pareció que triplicaba su peso. Uuuuna, dooooos, treeees, y ya no pude más, caí a plomo. Sentí tanta vergüenza rodeado de aquellos remeros y piragüistas tan musculosos, que no sabía si salir corriendo o pedirles un autógrafo. Al día siguiente, tenía la prueba de los malabares con los balones y después de lo ocurrido, recuerdo haberme pasado toda la noche dale que te pego en el pasillo de la residencia para intentar hacer el mayor número de elevaciones del balón con las dos manos, hasta quedarme dormido del agotamiento encima de un balón de voleibol.

Realicé las restantes pruebas y solo destaqué algo en los 1000 metros, que era mi especialidad, pero tampoco fue nada de lo que yo esperaba, estaba totalmente desengañado, creía que no pintaba nada en aquel lugar. Realicé las pruebas psicotécnicas, pero con poco convencimiento de mi futuro y volví a mi casa. Como sería mi desilusión, que al llegar a mi ciudad comencé a preparar los papeles para matricularme en Medicina. Sin embargo, a los pocos días me llegó la famosa carta en la que me comunicaba que había sido aceptado en tan selecto grupo. Yo no me lo creía, pensé que era una broma de mi padre, pero me dijo algo que he seguido repitiendo a todo mi alumnado desde entonces. “Haz aquello en la vida, qué harías igual, aunque no te pagasen por ello”. Cincuenta años después, sigo pensando igual, gracias al visionario de mi padre que me llevó a eso de la “magnesia” de aquella época, a pesar de tan mal comienzo.

 

 



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