Prolegómenos a una experiencia
En Madrid, sentí el peso de la ciudad y del INEF, abrumado por el ambiente,
las instalaciones, los servicios y noté la diferencia entre aquella ínsula y mi
realidad provinciana, realmente me sobrepasó un poco.
Durante las pruebas conocí a algunos de los que serían más tarde compañeros
de promoción como Arranz, López y LLaverías que yo recuerde y, a pesar de un esguince de tobillo, mi participación en la teoría y la práctica lo
consideré aceptable.
Regresé a casa y pasé unos días nervioso y angustiado hasta que llegó el correo,
con la buena noticia de que había ingresado y que formaba parte de un grupo de
privilegiados, eso sí, marcados como el ganado. Mi identificación, el 747,
definía mi pertenencia y fue cosido en mi ropa por mi madre.
Desconozco las pautas que llevaron al tribunal de las pruebas a conformar
la 7ª promoción, en el fondo ellos son los artífices de que este grupo de
personas coincidiera en un marco temporal, cuatro cursos desde 1973 a 1977, y
que pasará lo que pasó, lo que todos conocemos, así de sencillo: éramos, estábamos
y coincidimos.
Un posible decálogo sobre lo que fue aquel grupo.
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Una de las fotos más bonitas del grupo |
Intuyo que, entre nosotros, existe la creencia de que éramos una promoción
diferente, por encima de las otras, tópico recurrente para quienes necesitan
diferenciarse y sentirse especiales, pero pienso que la realidad nos emparejaba,
más con unas que con otras.
Las estructuras de los grupos eran similares, con un núcleo estable y una
periferia, que irradiaba erupciones de distinta onda (tomando como símil a
nuestro Sol), en torno a que, hubieran: Traslados, incorporaciones, abandonos,
desapariciones y prolongaciones de algunos de sus miembros hacia afinidades
comunes (deporte, política, etcétera). Y aunque todas ellas, podrían influir en
su dinámica de grupo, entiendo que no existían grandes diferencias en sus
actuaciones.
Cierto es, que cada promoción gozaba de su propia personalidad confiriendo
a la misma una identidad, en torno a lo que considero como "aspectos
diferenciadores" ¿Cuáles eran nuestras peculiaridades? ¿Podrían estar
entre sus matices?:
¿Mostrar descaro, inconformismo y rebeldía?
¿Respetar la pluralidad de ideas y opiniones?
¿El hecho de tomar decisiones consensuadas y debatidas en grupo?
¿Teníamos conciencia de una cierta libertad de actuación individual?
¿Aceptábamos las decisiones asumidas, ejecutándolas hasta sus últimas
consecuencias?
¿Ejercíamos una crítica, más o menos neutra, sobre todos los aspectos que
nos concernían?
¿Nos ayudábamos entre nosotros ante problemas comunes, como muestra de una
sincera generosidad?
¿Quedaban plasmadas nuestra imaginación y creatividad en los actos que
celebrábamos, bien fueran divertidos o serios?
¿Entendimos que era necesario abrirse a la sociedad?
¿Entendíamos que éramos universitarios?
Así, estas como otras reflexiones podrían constituir "el corpus"
de la 7ª promoción como una identidad diferenciadora pero no excluyente,
similar a las demás promociones, pero, con un "espíritu colectivo"
que iba a su aire, como se suele decir: "un verso suelto".
Al compartir una serie de vivencias, circunscritas fundamentalmente a
cuatro cursos académicos (para algunos menos) y que se grabaron en un
hipotético "inconsciente colectivo", creo que tenemos de vez en
cuando, la tendencia a regurgitar aquellos recuerdos, a través de lo que podríamos
denominar "encuentros".
Epilogo y encuentros
Dentro de nuestro colectivo sopeso que habrá personas que muestren el deseo de reunirse con los que fueron sus compañeros, para volver a rumiar los recuerdos pasados, mientras que otras, considerarán que aquello fue historia, algo ya superado y no sienten esa necesidad o la ignoran. Ambas posturas son perfectamente entendibles y de hecho hay muchos compañeros de promoción de los que se desconoce su paradero, por eso y para mí, el término "7ª promoción" hoy en día, es difícil de interpretar como un imaginario colectivo global, ya que, dadas las circunstancias, podría ser discutible.
Asistí al "encuentro" conmemorativo del 2011 que estuvo en
general bien organizado, aunque eché en falta más contacto entre nosotros, el
¡Hola! y ¡Adiós! no me sedujo nada, para una vez que nos veíamos.
Aprovechando la llegada en 2023 de nuestro "50º Aniversario",
algunos estáis viendo la posibilidad de celebrar un "encuentro" ante
este evento. Personalmente admiro a los compañeros que se están esforzando por
conseguir este objetivo y les ofrezco mi colaboración en función de mis
posibilidades, entendiendo que dentro de la estructuración de la cita podría
propiciarse un formato similar al reencuentro de los "triunfitos", en
el que se incluían reuniones del grupo suscitadas por un hábil moderador, que
coordinaba el diálogo de los asistentes sobre determinados temas, referentes a
sus experiencias en la Academia, posibilitándose una documentación audio-visual
interesante, pero para eso soy consciente, de que hay que contar con tiempo,
ganas y voluntariosos organizadores.
No cabe duda de que el tiempo, es el factor que pone a prueba ese
"espíritu promocional" que empuja a la celebración de estos
"encuentros" ¿Cuánto durará este arrebato? Tal vez lo que perduren
nuestras vidas o el desvanecimiento progresivo de nuestro deseo y que al final
podría desembocar en ¡Heeey! ¿Hay alguien ahí? ¡El último que cierre la puerta!
Para finalizar y en el marco de estas reflexiones, que he querido exponeros
y compartir, tendré más adelante que plantearme si pongo "un epílogo a los
encuentros" o bien me inclino por "un hasta pronto compañeros",
el tiempo lo dirá.
Un fuerte abrazo a todos.
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