domingo, 6 de noviembre de 2022

Alfredo Díaz. Disfrutar de la gastronomía y de los buenos vinos

Yo no destacaba en ningún deporte, pero me divertía en todos.

Con González del Hoyo 2022

Antes del 73, vivía en un pueblo de quinientos habitantes y tan sólo coincidía con siete chavales de mi edad. Nuestro divertimento era bañarnos en el rio, dar patadas a un balón, jugar a los bolos cántabros, trepar a los árboles para robar fruta y los juegos de excesiva brutalidad propios de aquellos años.

Íbamos al instituto de la ciudad más próxima en bicicleta. Era mal estudiante, yo diría que muy malo. Sólo aprobaba la “gimnasia” y los “recreos”. Pero había dos asignaturas que odiaba especialmente, FEN y Religión, estaba claro que el aprendiz de hombre y la moral católica no cuadraba con mi niñez. Al día de hoy, aún pienso que yo no titulé, mis profesores me regalaron el bachillerato, las revalidas y el COU.

Me presenté a las pruebas de ingreso del 72, me tumbaron, pero adquirí estrategias para mejorar en la siguiente convocatoria. Al igual, supongo, que, a todos, cuando llegó la carta de admisión me llevé una enorme alegría. Ya estaba preparando las pruebas para el 74, 75,…

No entendí muy bien el modo de selección para el ingreso en la séptima promoción. Me vi rodeado de gente tan capacitada en diferentes habilidades que pensé, ¿Qué hago yo aquí?


Por tanto, el cambiar el pueblo, en aquellos años totalmente rural, ganadería, agricultura,… por la capital fue brusco, pero de adaptación rápida.

Como he relatado anteriormente, era un  mal estudiante de instituto, pero la motivación que adquirí en Madrid (le dedique más tiempo a los estudios en INEF en una semana que en los seis cursos de bachillerato y COU) hizo que me siguiera formando después del 77 con la obtención de varios títulos nacionales que me llevaron a trabajar en varias modalidades deportivas (atletismo, futbol, baloncesto, bolos...) y trabajar en federaciones regionales y sobretodo dar sentido al silbato en las clases de Educación Física. Fue esta materia, la que más satisfacciones me produjo.  El agradecimiento de los alumnos sobre todo el de los menos capacitados, bien por falta de coordinación o por exceso de peso, me alentaba a seguir mejorando cada curso. Recordaba, mis años de alumno adolescente, el mal rato pasado por compañeros de clase con las características anteriores, el odio que tenían a la ¨gimnasia” cuando les obligaban a saltar el potro o hacer piruetas en el plinto. Estos recuerdos junto al aprendizaje adquirido en Madrid me ayudaron mucho a adoptar posturas didácticas en el manejo a la diversidad en los más de treinta seis años que me dediqué a la docencia en Institutos.

No sé si cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí diferente. Como dice Luis Antolín en Cuentos de un zascandil “Si somos diferentes en cada momento de nuestra vida, quiero decir, que lo que hay en mi cabeza hoy no es lo que había ayer, ni tanto menos hace cincuenta años…”

Antes, 73,74,.. te corrías una juerga por Arguelles y al día siguiente como si nada, le hacías una peineta al mundo, ahora te corres un cuarto de juerga y al día siguiente…, bueno, que la peineta te la hace a ti el urólogo.

Recuerdo perfectamente el primer encuentro con un pequeño grupo de compañeros, sentados en los sofás del vestíbulo del edificio de aulas, con equipaje deportivo de selecciones nacionales, atletismo, balonmano, rugby, etc (Ramón, Alfonso Feijóo, José Antonio Cecchini, Pilín,..) y me preguntaron cuál era mi deporte, yo, muy desenfadado, les dije que había jugado a los bolos en mi pueblo, provocando las risas de la compañía. Claro, mi equipaje (zapatillas Wamba de tela, pantalón de algodón desgastado,..), todavía no había adquirido el equipaje que subvencionaban. Cuando me vi con aquellas Adidas Diamant con el chándal azul y no digamos con el bañador de huevo prieto, pensé, mejor no se enteren mis colegas del pueblo porque la vamos a liar.

Es verdad que, cuando iniciamos los estudios, la incertidumbre era enorme. Qué titulación íbamos a adquirir, para qué serviría, en fin que, la ilusión de haber ingresado en el INEF parecía que resarcía todo inconveniente.

Actualmente, llevo nueve años jubilado, me dedico a viajar y a disfrutar de la gastronomía y de los buenos vinos, mi familia me dice que seré el más pobre del cementerio, pero lo “bailao” ¡ahí queda!



Para terminar, quiero expresar mi agradecimiento a esa época y a todos y cada uno de los compañeros de la Séptima, yo, no destacaba en ningún deporte, pero me divertía en todos. Abrazos

            Freduco el de Cartes

 

 


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